A lo largo de la historia hemos podido contemplar grandes imperios nacer, crecer y desmoronarse. Algunos cayeron por la fuerza de las armas, otros por presiones migratorias, también por corrientes ideológicas que lo fracturaron por dentro, incluso por unas élites que no supieron leer el curso de los acontecimientos o que simplemente sus intereses no eran conjugables con el rumbo del estado.

La caída de Roma podría suponer una síntesis de todos estos problemas, incluso podría decirse que su destino estaba sellado desde que esos míticos hermanos fundaron la ciudad. Durante su historia, Roma se vio inmersa en una crisis social casi constante en la que muchos personajes ilustres intentaron cambiar el curso de los acontecimientos. Ya os hablábamos de personajes como Escipión, Julio César, pero hoy es el turno de los Graco, dos hermanos de la élite social que convulsionarán el estado de los ordos romanos, convirtiéndose en la personificación de la crisis de la república.

Antecedentes

Inmediatamente después de terminar la Segunda Guerra Púnica, el gobierno romano había sido reafirmado en las manos de la nobleza senatorial. Durante un periodo corto de tiempo existió cierta calma y armonía en este grupo, pero pronto empezaron las disensiones. Lo que se conoce como «solidaridad de clase» empezó a resquebrajarse ante el poder casi absoluto de los senadores. Tarde o temprano, la lucha entre los distintos bandos del senado iba a desarrollarse a cualquier precio, incluida la crudelitas, acabar con el adversario cueste lo que cueste.

La crisis no va a ser solo en Roma, sino en las provincias, que prácticamente acaban de ser creadas. Sicilia y Cerdeña son constituidas tras la Primera Guerra Púnica, luego se sumará Hispania (197 a.C.), Macedonia (148 a.C.) y África (146 a.C.). En las provincias había gobernadores que debían, evidentemente, someterse a los designios del senado romano. Por lo tanto, la magistratura era anual y colegiada. Sin embargo, esto fallará cuanto más se extienda el imperialismo romano, sus tentáculos eran más largos, pero también más frágiles. Los gobernadores quedaban libres de los mecanismos que evitaban el abuso de poder, ya que Roma aun no había cambiado su mentalidad de ciudad-estado. Para solventar esto se crearon tribunales que trataran de evitar las extorsiones de los altos cargos, sin embargo no lo conseguirían, puesto que se convertirían en meras herramientas de ataque entre los grupos políticos enfrentados.

La crisis no solo ocurre fuera de la península, sino que también existen ciclos migratorios en Italia que van a ser un auténtico quebradero de cabeza para las ciudades socias de Roma y para la propia ciudad eterna. En un principio la ciudad necesitaba población así que la ciudadanía era muy fácil de obtener para los migrantes. Sin embargo, las ciudades emisoras de población se veían acuciadas por un gran problema: tenían que cumplir cuotas fijas para el ejército romano. Así, los socii romanos se vieron ahogados por la falta de población cada vez más alarmante. La solución fue simple, los itálicos debían tener permiso de su ciudad para emigrar. Sin embargo, la semilla de la discordia ya estaba latente y las ciudades iban a desear mayor autonomía ya que estaban a medio camino entre la integración y la independencia.

Otro de los grandes problemas de Roma es su ejército. Si un siglo antes había sido su mayor potencia, ahora languidecía precisamente por su fama. En todo el Mediterráneo había entre 40.000 y 60.000 soldados en pie de guerr
a. Era una cifra enorme para la época y ocupaba el 20% de su población ciudadana. Y aquí está el problema, debían ser ciudadanos y propietarios. Por lo tanto, los propietarios de los territorios de Roma no están explotando sus tierras sino que están en una guerra interminable en los confines del Mediterráneo. ¿Qué rédito económico tenía la vida marcial? El botín, claro, pero cuando luchaban contra Grecia, este botín les proveía pingües beneficios, cuando entraron en Hispania, la cosa había cambiado mucho y el terreno tan pobre apenas les permitía saquear para sobrevivir. No son los tiempos de las famosas mulas de Mario de las que hablamos en el artículo de Julio César. Lo que ocurre entonces es que los hombres están fuera de Roma y no vuelven durante años por la distancia de las campañas, entonces, no hay nadie que gestione las tierras y empiezan a concentrarse en manos de una oligarquía terrateniente de origen senatorial.

En este marco contextual vamos a encontrar dos problemas graves para el ejército: Hispania y las revueltas serviles.

Sicilia era una isla con una larga tradición de agricultura en extensión y de grandes pastizales. El régimen servil permitía la explotación de miles de seres humanos en un régimen de brutalidad y degradación que traía importantes riquezas a los latifundistas, ya que podían reducir costes al máximo. Algunos esclavos, como los pastores, que tenían cierta autonomía por el propio estilo de su trabajo empezaron a dedicarse al bandolerismo. En 135, un esclavo llamado Euno conquistará la ciudad de Enna y se nombrará rey. Encerrará a la población libre convirtiéndola en esclava y después se dedicará a conquistar Sicilia hasta que Publio Rupilio consiguiese detener la revuelta en 132. Esta sublevación sentará el precedente de revueltas de esclavos posteriores, como la de Espartaco.

En este decadente ambiente aparecen dos figuras de capital importancia. La primera es una persona, Escipión Emiliano, un eminente político de la mítica familia de los Escipiones que acabará con Cartago y terminará el legendario sitio de Numancia -los Escipiones en general tendrán un papel fundamental-. Su gran poder iba a encontrar su equilibrio en Apio Claudio Pulcher y Cecilio Metelo. La otra figura es una magistratura, el Tribunado de la Plebe, que en un principio se iba a configurar como un arma arrojadiza entre las factio pero que finalmente se iba a convertir en su auténtico contrapoder ya que tenía el poder del veto y de la consulta popular. Este cargo estaba colegiado como prácticamente todas las magistraturas romanas.

Tiberio Sempronio Graco

Para muchos supone el principio del fin de la República de Roma. Con su aparición en la escena política se catalizan todos los males de la crisis que durante décadas asolaba a la ciudad tiberina. Fue consciente de que si Roma no había sido arrasada, era porque no había ninguna potencia mediterránea capaz de hacerle frente. Mártir para unos, villano para otros.

Cuñado de Escipión, encontrará en él su mayor enemigo. Tuvo una educación muy influida por su madre, y por lo tanto beberá de la cultura helenística y el primer estoicismo. Luchará en las guerras de Hispania y traerá de allí una serie de rencillas contra el senado por el trato que tuvo el cónsul al que sirvió: Hostilio Mancino. Algunos plantean que fue venganza la causa de su actuación, otros que simplemente quería reformar el gobierno para superar la crisis.

Pero, una sola persona no podía desmantelar el régimen oligárquico él sólo, es más el era una pieza más de ésta. Para ello se servirá de su propia factio en un inicio capitaneada por su suegro, Apio Claudio Pulcher.

De un gran número de romanos, ninguno tiene ara, patria ni sepulcro de sus mayores, sino que por el regalo y la riqueza de otros pelean y mueren.- Tiberio Graco

El 10 de octubre de 134 a.C. llegará al tribunado de la plebe apoyado por su factio y pronto se pondrá en contra al senado con su obra más destacada: la lex agraria. Mediante esta ley intentaba repartir las tierras del ager publicus – el campo público, en manos del estado- entre los campesinos más pobres, de esta manera, la población se enriquecía y la desgastada clase media se recuperaría de los daños que había sufrido en las guerras.

Para ello iba a resucitar otro conjunto de leyes que se remontaba al 367 a.C. y que recibían el nombre de licinio-sextias Por ellas, el poseedor de la tierra no podía tener más de 125 hectáreas de terreno, lo cual se podía aumentar con 75 hectáreas por los dos primeros hijos que tuviera la familia.

El territorio sobrante se iba a expropiar con su consiguiente indemnización y se iba a trocear en pequeñas parcelas de 3 hectáreas. Posteriormente se instalaría en ellas a campesinos en régimen de colonato y tendrían que pagar una cantidad simbólica para demostrar que el terreno seguía siendo público. Así evitaban toda posibilidad de concentración de poder convirtiendo la propiedad en algo inalienable. Esta operación se llevaba por una comisión de tres miembros, de carácter anual, llamada tresviri agris dandis adsignandis iudicandis.

Quitarle poder a las capas altas de la sociedad era un auténtico suicidio, así que quien tuviese el valor de hacerlo se iba a enfrentar al patriciado. El brazo ejecutor sería Tiberio, que puso el proyecto en marcha obviando la tradicional consulta al senado antes de presentarla ante la asamblea. La aristocracia intentó mover los hilos de sus redes clientelares para derribar la ley, pero fue infructuoso ya que el apoyo popular era total y el voto secreto, no existían represalias. El día de la votación, miles de campesinos de todos los alrededores de Roma acudieron en busca de esperanza.

Sin embargo, sus ánimos se vinieron abajo cuando Octavio, colega de Tiberio en el tribunado le vetase la propuesta. Tiberio como consecuencia proclamó la iustitia por la cual toda Roma quedaba paralizada, pero los campesinos volvían decepcionados a sus casas y eso le preocupaba. Así pues, decidió volver a convocar la asamblea y votar por la deposición de Octavio, que fue expulsado por unanimidad de los allí presentes. Tiberio había violado la sacralidad del Tribuno de la Plebe en su desesperación por efectuar las reformas, su destino se iba sellando poco a poco.

La ley se aprobaría a este precio, y la comisión sería ejercida por Tiberio, su hermano Cayo y Apio Claudio. Pero necesitaban medios financieros para llevarla a cabo que el senado les negaba. Afortunadamente, Atalo III rey de Pérgamo había muerto y hecho heredero al pueblo romano de sus territorios, con esa fortuna podrían llevar a cabo la reforma, pero el senado se oponía. Tiberio, asumiendo que la riqueza había sido cedida al pueblo romano exigió que fuera utilizada por el pueblo romano, y así se empezaría a indemnizar a los expropiados y comprar útiles de labor y grano para los colonos.

Sin embargo, estaba claro que cuando Tiberio dejase su mandato -anual- iba a ser enjuiciado y asesinado por la clase senatorial. Su única salida para salvar la vida era volver a ser elegido como tribuno, pero estaba prohibido. Durante la asamblea de re-elección, asustados los senadores, fueron violentamente contra la asamblea. La marea humana huyendo para no ser asesinada aplastó a Tiberio que fue rematado en el suelo por uno de sus colegas del tribunado. Su cadáver fue arrojado al Tíber. No se atreverían a tocar la ley agraria, pero intentarían paralizarla por todos los medios.

La factio de Tiberio quedaba así desmembrada, pero pronto alguien tomaría el relevo: su hermano.

Cayo Sempronio Graco

Once años después, en el 123 a.C., Cayo se convertiría en tribuno. Sus motivos eran más personales que los de su hermano, había perdido una figura muy importante para él y para su gens, buscaba venganza. Pero iba a llevar a cabo una venganza en la línea de las ideas de la familia. Y en consecuencia iba a legislar muy profusamente, mejorando la vida política de los estratos más bajos. Cayo no iba a ser tan ingenuo como su hermano, no iba a confiar tanto en el sistema, y por lo tanto se iba a blindar para protegerse.

La primera de las leyes sería la ab actis por las cuales un magistrado invalidado por el pueblo quedaba invalidado para volver a ejercer la vida política. Podría parecer una medida lógica para evitar la corrupción que asolaba Roma y sus provincias. Sin embargo era un arma muy poderosa que iba a utilizar contra los rivales políticos que su facción encontrase en el camino. También llevó a cabo leyes para evitar la persecución política mediante juicios sumarios, así, impedía que se persiguiera a sus seguidores.

Reformó la lex agraria para disponer de los suelos itálicos y extraitálicos, lo que le permitía entregar pequeñas parcelas a lo largo y ancho del Mediterráneo. Sería el causante de la reconstrucción de Cartago y la creación de muchas colonias en todo el territorio romano. No menos importante será la lex frumentaria que suponía el reparto de trigo para la población. Esta ley es muy importante, ya que se mantendrá también durante el imperio, será usada injustamente en muchas ocasiones para ganarse el favor del pueblo, pero también era una medida necesaria por los problemas de abastecimiento que sufría Roma por las malas cosechas, además, la lex agraria no había terminado de arrancar todavía y los campos no estaban tan explotados como debería. Con la lex militaris protegía a los menores de 16 años de ir a la guerra y permitía que los más pobres se pudieran alistar y tener un equipamiento decente -que hasta entonces tenían que pagar- ya que les proveía de equipamiento. Será el precedente de las reformas marianas.

Todo este cuerpo jurídico hará que se ponga en contra a mucha gente poderosa, pero que el cariño de la población le blinde frente a ataques de los senex, o eso pensaba.

Un tribuno enemigo intentó derogar la colonización de Cartago mediante la rogatio minutia y esto sirvió de pretexto para un encarnizado enfrentamiento a muerte entre los defensores de Cayo y sus enemigos que se saldaría con centenares de muertos, entre ellos Cayo, que pediría a un esclavo que lo asesinase.

Este sería el comienzo del fin de la república romana, que a partir de este momento sufriría un deterioro meteórico hasta la instauración del principado en la figura de Augusto un siglo después.

 Bibliografía

Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I: la República Romana. Cátedra, Madrid, 1987.

Asimov, Isaac. La república romana. Madrid: Alianza, 2002.

Páginas amigas:

HISTORIA DE LA LUCHA DE CLASES: LOS HERMANOS GRACO (Roma, s. II a.C.)

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