¿POR QUÉ HABÍA QUE CAMBIAR ALGO?

Para hablar de las expediciones científicas del siglo XVIII conviene entender el contexto de Europa en general y España en particular. Con la subida de los Borbones al trono en 1700, superando la posterior guerra civil, pretendieron afrancesar el país. Se dio la coincidencia de que se estaba gestando en Europa la Ilustración. Es decir, un periodo donde el racionalismo estaba en auge: se produce el inicio del método científico y Spinoza, Descartes, y Newton son tenidos en cuenta. Un periodo donde se escribe un libro gracias a una serie de intelectuales franceses para recopilar el conocimiento, donde se pretende enseñar al pueblo, la Enciclopedia. Sería el siglo del Despotismo Ilustrado. Su divisa era “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Los monarcas y otras asociaciones no gubernamentales se dedicarían a enseñar a la población, a preocuparse por el conocimiento empírico. Y sería el vilipendiado Masson de Morvilliers el que se encargase de hablar de España, de forma muy peyorativa, y cuya opinión interiorizarían muchos españoles hasta la fecha, atendiendo a Joseph Pérez. Es decir, todavía hoy incluso entre capas universitarias o altamente cualificadas perdura ese complejo de inferioridad citado.

La mala fama que tenía el Imperio Español se vio cristalizada en la pregunta de Masson de Morvilliers en la Enciclopedia:

“Aujourd’hui le Danemark, la Sude, la Russie, la Pologne même, l’Allemagne, l’Italie, l’Angleterre et la France, tous ces peuples ennemis, amis, rivaux, tous brûlent d’une généreuse émulation pour le progrès des sciences et des arts! Chacun médite des conquêtes qu’il doit partager avec les autres nations; chacun d’eux, jusqu’ici, a fait quelque découverte utile, qui a tourné au profit de l’humanité! Mais que doit on à l’Espagne? Et depuis deux siècles, depuis quatre, depuis dix, qu’a-t-elle fait pour l’Europe?”

Viene a decir básicamente que cómo es posible que España no haya hecho nada por el progreso del mundo. Y es que en la Ilustración se creía que el mundo era un progreso continuo de cultura y derechos sociales. Y para ello habrían de tener cosas como la separación de poderes, la soberanía nacional, la separación iglesia-estado definitiva. Es decir, cosas que, aunque hoy son tan revolucionarias como una tortilla con cebolla, en aquel momento suponían una innovación arrolladora. Y claro, el estereotipo de un país oscuro, militar, gobernado por la Inquisición y reyes decadentes que era España hizo mucho daño al autoestima de los intelectuales, al fin y al cabo creadores de la nacionalidad. Montesquieu mismo escribió de los españoles que «El único buen libro español es la parodia del resto».

Claro que esto tiene muchas respuestas. Se podría haber respondido arguyendo los grandes descubrimientos geográficos, o que la Escuela de Salamanca empieza la economía como ciencia, o el derecho internacional. Incluso hablar de Vives y su psicología y pedagogía que revolucionaban todos los planteamientos anteriores.  Y solo habíamos tocado un siglo, pero es que al final la reacción fue exagerada. El Conde de Aranda, ilustrado embajador en París, exigió que se encarcelase a Morvilliers cuando éste era solo un intelectual de poca monta. Y Montesquieu no había pisado España en su vida, simplemente hablaba de oídas. Y ojo, que estos continuos insultos obtendrían su respuesta en la Guerra de la Independencia, desarrollándose una  tradición francófoba que perduraría todo el siglo XIX. Y es que eran juicios muy injustos. Pero, los reyes Borbones se la tomaron muy en serio, y decidieron actuar, desarrollando la cultura mediante la marina.

Pero no podemos encontrar solo el motivo ideológico para estas expediciones geográficas, botánicas y económicas. Hay razones mucho más prácticas, aparte de la competencia entre escuelas científicas. Carlos III, nada más subir al poder, sufre una terrible derrota en la Guerra de los Siete Años. La Habana y Manila fueron perdidas a manos del Imperio Británico, lo que ocasionó que hubiese que entregar Florida para recuperarlas. Fue un desastre para el orgullo de la Corona, que veía como por meterse en una guerra que no le incumbía directamente, perdía posesiones y prestigio. Mas el monarca contaba con un gran equipo de ministros para lograr dar la vuelta a la situación. Y es que en general la ciencia dio enormes avances en esta época. Marina e Ilustración tendrían que navegar juntas, aprovechar lo vasto del Imperio para hacer logros importantes.

ILUSTRACIÓN Y CIENCIA CON CARLOS III

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Lo cierto es que la ciencia en la época de Carlos III se vio identificada por cuatro rasgos hondamente arraigados según Roberto Fernández: utilitarismo, militarismo, americanismo y centralismo. Estos cuatro pilares se relacionarán siendo fundamental el utilitarismo. Ese pensamiento de valorar las cosas de forma práctica por su utilidad sustituye a la Escolástica, tan buena en el siglo XVI pero ya obsoleta. El nuevo pensamiento avanzaba, y lo cierto es que conectaba con lo militar, pues los avances hechos debían servir para la guerra. Y a esto debía responder el clásico centralismo Borbón, lo cierto es que sería en academias militares donde más se investigase, no en cualquier universidad. El gobierno era muy celoso de sus secretos. Y el americanismo se debía principalmente a que América era el principal campo de actividades botánicas, astronómicas y geográficas. El Nuevo Mundo iba a ser redescubierto .

Tenemos grandes ejemplos de productos de la ciencia española del siglo XVIII que podrían ser ilustrativos de los avances del país. Benito Bails, con sus Elementos de Matemáticas (1772) ponía de relieve el cálculo infinitesimal, amen de avances geométricos. En el campo de la química, Chauveau, que sería nombrado rector de la Real Escuela de Mineralogía de Madrid, los hermanos Elhúyar que descubrían el tungsteno (wolframio), y Proust, que enseñaría química en la Academia de Artillería de Segovia. El descubrimiento del tungsteno tiene mucha relevancia, a nivel militar porque era tres veces más denso que el hierro, lo que hacía las balas tres veces más mortíferas. Resiste hasta rayos gamma, y fue clave para el ejército de la Wehrmacht en la Segunda Guerra Mundial, pues sus tanques blindados lo usaban de protección. Otro muy importante fue Gómez Ortega en el campo de la botánica. El Jardín Botánico fue uno de los más importantes de Europa, siendo que el investigador había unido sanidad y botánica, algo clave en el avance de la medicina. El sabio Van Humboldt escribió de España que no había una nación que hubiese hecho más progresos botánicos que esta.

Y sobre el nivel de alfabetización, citando otra vez a  Joseph Pérez, la realidad es que España era un país prometedor. Los navíos a menudo llevaban a profesores por todos sus territorios. Y cogiendo un estudio de cuanta gente sabía firmar en varias ciudades de Centroamérica, contemplamos algo interesantísimo. De 1770-1779 solo un 15% sabe firmar. Pero en la década de 1809-19, 0btenemos un 42,5%. Sí, como habíamos visto en el artículo anterior de Estados Unidos, al final la colonia superaba a la metrópoli en cultura. Al igual que Estados Unidos tuvo su Gran Despertar, Latinoamérica también daría un enorme salto adelante, el americanismo.

Este concepto podemos resumirlo en una participación activa intelectual americana.   Si bien los españoles, ya tenían una tradición de expediciones mucho mayor, y consideraban las nuevas una continuación de la historia, los criollos no lo veían de ese modo. Ellos, como se escribió en la Sociedad de Amigos del País (Perú) debían corregirla. “Estas expediciones deben sustituir a las sangrientas de antaño, pues la ciencia mejora a los pueblos” se afirmaba en el periódico. Aunque, como buen relato nacionalista, es sesgado, pues los descendientes de los conquistadores eran precisamente criollos, no hay que obviar el trasfondo de esto. Bogotá, Lima, Ciudad de México tuvieron tanto énfasis en estas expediciones como Madrid. Y como afirma Lucena Salmoral, una vez los criollos se diesen cuenta de que no necesitaban para nada a los peninsulares, poco tardarían en desear su expulsión de sus tierras. Se empezaban a gestar los movimientos independentistas del siglo XIX. Y esa forma de implicarles en las expediciones y operaciones culturales tendría mucho que ver.

Por supuesto estas expediciones no se hubiesen podido lograr si no hubiese sido por un esfuerzo brutal en volver a ser una potencia naval. El Marqués de la Ensenada convenció a Fernando VI de la necesidad de que España gobernase el Atlántico. Ya decía él mismo que si bien era ilusorio igualar el poder naval británico, era suicida quedarse a expensas de Francia o Inglaterra. No, España debía tener una marina propia. Por hacernos una idea de la desproporción habida, mientras la armada nacional contaba con apenas una veintena de navíos, Inglaterra contaba con cien. Quince embarcaciones menores frente a ciento treinta y tres de la Royal Navy, en resumen, una proporción de ocho a uno. En diez años vino una gran época de cambios y revoluciones navales.

En el Mediterráneo se utilizaba un tipo de navío llamado galera. Se empezarán a abandonar astilleros infructuosos como Barcelona, y se potenciaron otros como el Ferrol. Así, los barcos aumentaron hasta solo ser superados por la marina anglosajona en proporción de dos a uno. Además que cogiendo las antiguas tradiciones navales como el tamaño y su importancia, los buques españoles a menudo eran superiores. Recubiertos de arena roja para disimular la sangre, y con una vida útil de hasta cuarenta años (los ingleses tenían habitualmente  veinte), se plasmaban en formidables máquinas navales. La guerra naval española, con innovaciones de calibre de una artillería rugiente y rápida, unos cascos enormes que les daban mucha resistencia, fue de lo más destacado a nivel militar de todo el siglo XVIII mundial.

GENERACIÓN DE ORÁN Y GENERACIÓN DE TRAFALGAR

Sketch for 'The Battle of Trafalgar, and the Victory of Lord Nelson over the Combined French and Spanish Fleets, October 21, 1805' 1833 by Clarkson Frederick Stanfield 1793-1867

Así pues, los marineros tendrán casi siempre un perfil muy parecido. Serán a menudo gente muy culta, y esto tiene cierta lógica. Si tenemos en cuenta que en la escuela se les enseñaba matemáticas, geometría, geografía, leer cartas de navegación, química para entender la artillería y su funcionamiento. En resumen, era una educación muy completa, muy superior al ochenta por ciento analfabeto de España. Incluso era bastante más compleja que la de los militares terrestres. Otra característica es que nunca supieron medrar bien en la corte para tener un peso específico. En el mar, entre los combates donde se cañoneaban a pocos metros, las enfermedades, los abordajes y la falta de alimentos había una mortandad mucho mayor a las campañas de tierra. Eso y la complejidad del arte de la navegación hacía que rara vez pudiesen conectar con burócratas, menos aun con monarcas. Esto les daría muchos problemas a la hora de defender en sus despachos sus intereses.

Sería imperdonable no hablar de algunas batallas aquí. Tal y como por ejemplo, Cartagena de Indias, Batalla de Toulón, Batalla de Cabo Santa María, expediciones científicas y espionaje. Pero no vamos a detenernos en estas grandes batallas de la Armada, por entretenidas que resulten. Estas merecerían un artículo por sí solas, así que seremos breves. Pero nos pararemos más a hablar de grandes marinos de la historia de España durante el siglo XVIII, navegantes que hicieron de su bandera rojigualda la del país a la larga. Hoy en día sabemos poco de estos, aunque la divulgación se esté ocupando de ello. Distinguimos dos generaciones clave, la de Orán  (1732) y la de Trafalgar (1805), dos batallas que por sus diferencias nos dividen bien el siglo XVIII español.La primera será exitosa, brillante, y un golpe en la mesa dentro del Mediterráneo. La segunda un desastre donde los hombres de mar estaban atados de pies y manos, siguiendo ordenes de un inepto que les llevó a la muerte, muriendo con ellos un Imperio y prácticamente un país.

En primer lugar, Blas de Lezo fue el primer gran marino. Probablemente el mejor de la historia de España, luchó en la Guerra de Sucesión, guerra civil por el trono donde Luis XIV le ascendió por su valor, fue lugarteniente en la Expedición de Orán, y en la de Jenkins. En esta guerra barrió al almirante Vernon con 6 barcos contra 180. El desastre fue tal que en Inglaterra se prohibió hablar de ello, era algo mucho peor que la cacareada Armada Invencible. Vernon ya había mandado monedas conmemorativas de su victoria, donde Blas de Lezo se arrodillaba entregándole la espada. Esto era especialmente cómico, porque Blas era manco, cojo y tuerto. The Halfman que mediante hundir sus propios barcos, resistir él mismo en primera línea y aprovechar las enfermedades tropicales, demostró ser one and half man. Pero por culpa del gobernador Eslava, murió sin reconocimiento alguno. Aun así, era el primero de una enorme lista de lobos de mar, y hoy gracias a los esfuerzos de historiadores, es cada vez más famoso, dándosele siglos después el reconocimiento que merece. De hecho, en una muestra de fino humor,  cuando se invitó a España a conmemorar Trafalgar, el gobierno español manda a la fragata Blas de Lezo.

La cual continua nada menos que con Jorge Juan, un auténtico ilustrado, agente secreto, comandante y marino. Pasó su juventud con los Caballeros de San Juan y estudiando Humanidades, hasta que con diecisiete años fue a la Escuela de Guardiamarinas en Cádiz, donde conocería al Conde de Clavijo e incluso a Blas de Lezo. Fue bajo el mando del Conde de Clavijo bajo el que luchó en la Expedición de Orán. Posteriormente participó en una expedición científica para medir la longitud del meridiano terrestre junto al ilustre Ulloa, demostrando que la tierra es achatada. De paso participó también en la Guerra de la Oreja de Jenkins, protegiendo Chile de los ingleses. Recogió mucha información astronómica y científica, y mantuvo algún rifirrafe con los franceses. Al volver publicó junto a Jorge Juan un libro, Noticias Secretas de América. Su edición fue prohibida en España, y no saldría hasta el siglo XIX. También fue espía de 1749 a 1750 en Londres, codificando numéricamente sus cartas. El James Bond español logró traer decenas de trabajadores, planos y cuatro de los mejores constructores ingleses. El hecho de que le descubrieran no fue óbice para que fuese miembro de la Royal Society de Londres, amén de director de la Escuela Naval. Además, fue embajador en Marruecos, pues el Sultán respetaría a semejante marinero. Como curiosidad, tiene un himno propio, cantado en  la localidad de Novelda cada año para conmemorar a su más ilustre hijo.

Ahora entramos con la generación de Trafalgar. Esta se tuvo que enfrentar a las deficiencias de un Antiguo Régimen que se tambaleaba, revoluciones que arrastraban a los países vecinos como huracanes, y una corrupción endémica. Aun así su coraje y habilidad fueron dignas de renombre. El primero de estos es otro vasco, José de Mazarredo. Este entró en la Escuela de guardiamarinas de Cádiz con catorce años, y salvó su primer buque, el Andaluz, de una tormenta con dieciséis. Trescientas personas le debían la vida a este rebelde y genial marino. En 1780 venció en Cabo de Santa María, cortando toda ayuda posible inglesa a Estados Unidos, e interceptando un enorme cargamento. Este cargamento de 80 000 mosquetes y cañones, y más de un millón de libras esterlinas en oro y plata, permitiría a los ingleses triplicar el número de su ejército, pasando de una relación de tropas de 1 a 1 entre independentistas e ingleses a una proporción de 3 a 1 a favor de Inglaterra. Impidiendo esto, se dio un golpe de gracia decisivo a Reino Unido.

Sería este el canto de cisne de España en el mar frente al leviatán inglés. Mazarredo fue cesado por el ministro Pedro Varela al no querer participar de política. Sin embargo, se le llamó por petición de marineros españoles, en guerra con Inglaterra, para que en 1797 arreglase el desastre de  San Vicente. La escuadra española derrotada ahí se enfrentó en Cádiz al mismísimo Horatio Nelson, derrotándolo y a punto de acabar con su vida. Pero otra vez, los politiqueos, esta vez bonapartistas, le quitaron del mando de la flota. Esto implicó que no estuviese en 1805 para evitar el desastre.

Cosme Damían Churruca, originario de Motrico, cuya primera acción churruca1.jpgdestacada es en Gibraltar. En 1781, entre el fuego de metralla, fue en bote apagando los incendios de las red bullets  inglesas, demostrando un gran valor. A sus veinte años ya prometía. Pocos años después había cartografiado el Estrecho de Magallanes, las Antillas y el Golfo de México. En 1798 sería ascendido a capitán de navío. Veía mientras tanto como Mazarredo, Malaspina y otros compañeros suyos eran relegados por decisiones arbitrarias e injustas y corruptelas varias. La armada iba degenerando, aunque la oficialía era muy buena, las enfermedades asolaron Andalucía, fuente principal de marineros. Y claro, tuvieron que ser sustituidos por chusma (así se llamaba al personal de más baja cualificación) que no había visto el mar en su vida.

Pero aun así lo que realmente les mató fue la negligencia de Villeneuve, nefasto almirante que acabó siendo repudiado por Francia. A sabiendas de que se le iba a relevar, salió a enfrentarse a la escuadra de Nelson en Trafalgar. Gravina, Churruca y Alcalá Galiano le advirtieron de que iba a haber tormenta, que mejor esperar a que esta desarbolase el bloqueo. Tras muchas discusiones, bajo una estrategia nefasta, la flota se vio rodeada por los buques ingleses, que solo tuvieron que ir rindiendo uno a uno. «Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto», escribía a su hermano antes de zarpar, tras ocho meses de retraso en la paga. Su nave se enfrentó a seis inglesas, y cuando una bala le mutiló la pierna, la metió en harina y siguió peleando. Muerto él, la batalla concluía, y un monumento en oro fue hecho por los ingleses en el barco, expuesto en Trafalgar. Al pasar por ahí, todo inglés se inclinaba. Pero con ellos moría el Imperio.

TRAS TRAFALGAR: LA NADA

Tras la batalla de Trafalgar España dejaba de tener utilidad alguna para Napoleón Bonaparte, que mediante artimañas la invadió. Él mismo se arrepentiría de esto, diciendo que había sido tan poco disimulado que provocó la rebelión. Y eso fue la Guerra de Independencia. Para 1800 España era un país prometedor, un 20% alfabetizado, industrias muy interesantes, banca propia y una marina excepcional. Pero la Guerra de Independencia destruyó la industria, a veces incluso los propios (aliados ahora) ingleses para no tener rivales comerciales.

Unido a la pérdida del Imperio, que destrozó tanto a la metrópoli como a las colonias hizo que su economía fuese inexistente. Y con la persecución de liberales, las posteriores guerras carlistas, hizo que el país no empezase a recuperarse hasta mediados del 1850. ¿Y la flota? ¿Que fue de la flota? Pues que entre los 38 navíos totales perdidos por la campaña y la muerte de tantos ilustres marinos, se perdió la fe en ella. Sí, España ya no quería ser reina de los mares, la flota que había de reserva (40 naves) se olvidó. Como un juguete roto, junto a los astilleros, las academias, parecía que ya nada servía. Y vistos los sucesos de 1898 parece que fue un error…

En opinión del que escribe, la flota del XVIII es el equivalente a los antiguos Tercios, como la gente más capacitada del país. Su mayor y mejor industria. Una flota que tan pronto escribía el mundo conocido en un mapa, como que descubría nuevas constelaciones. Una armada que hizo la Expedición Balmis, donde el homónimo doctor fue a América a vacunar a miles de niños que morían por la viruela entre 1804 y 1814. No se volvería a hacer ninguna acción de mérito internacional hasta 1923 con el primer desembarco aeronaval de la historia, Alhucemas. El caso es que aun así, como epílogo podemos decir que Topete fue el último gran marino. En la Revolución Gloriosa de 1868 el Almirante Topete se portó con gran nobleza, buscando un futuro de libertad y prosperidad frente a la tiranía que apresaba al país. Un hombre de otra época, la época de la marina ilustrada.

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