En el conjunto de los análisis económicos modernos podemos encontrarnos con cuestiones que fluctúan sobre todo aquello que determina los precios de los bienes y servicios. También cómo se reparten las ganancias de una función económica. Y qué es lo que define la implicación de los salarios, los tipos de interés, los beneficios y otros elementos que forman parte de la producción.

Desde finales del siglo XVIII, fecha aproximada que todavía hoy se considera como clave en el desarrollo de la economía moderna, principalmente por las ideas de Adam Smith, las cuestiones acerca del valor y la distribución siguen suponiendo las de mayor interés en el conjunto social.  No obstante, estas observaciones quedaban totalmente estériles en tiempos antiguos debido a que la producción y el consumo tenían como núcleo a la unidad familiar, es decir, no hacía falta una regulación teórica acerca de los precios y, con la presencia de esclavos, no era necesaria una teoría que estableciera unos salarios.

El origen de la civilización y el papel de la economía.

El retroceso de los últimos glaciares, hace entre 10.000 y 12.000 años, introdujo una serie de cambios geográficos y climáticos que supusieron, a su vez, una transformación en los modos de vida de nuestros antepasados y el comienzo de una nueva era conocida como Holoceno en la que nos encontramos actualmente.   La llegada de un mejor clima, sobre todo en Eurasia y América del Norte, supuso la extinción de una fauna que hasta aquel entonces había constituido la base fundamental de la dieta de nuestros ancestros a finales del Paleolítico. Tanto el rinoceronte lanudo como el mamut se extinguieron; el reno se vio obligado a emigrar al norte; y en las zonas de Asia Central y África, cuyas zonas se volvieron,  los grupos humanos se vieron obligados  a emigrar o adaptarse al nuevo medio. Aparecieron enormes bosques en las cercanías de los Alpes, así como en las zonas altas del extremo oriental del Mediterráneo donde se originaron grandes extensiones de hierba.

Aproximadamente 4.500 años después de la retirada del último glaciar (Würm), se puede contemplar un gran desarrollo a nivel tecnológico en las zonas de Próximo Oriente y Medio Oriente. Los utensilios de sílex, así como elementos artísticos y de carácter religioso, se hicieron cada vez más complejos y elaborados.  La piedra tallada fue progresivamente sustituida por la piedra pulimentada. Es justo en este preciso momento cuando podemos empezar a hablar del término  Neolítico o «piedra nueva». No obstante, los hitos que marcaron dicho periodo prehistórico fueron el descubrimiento de la agricultura y la domesticación de los animales. No se sabe con certeza cuando sucedieron dichos acontecimientos ni donde. Tampoco se sabe si se produjeron a la vez o en momentos distintos. A pesar de todo, se ha mantenido la hipótesis de que los testimonios más antiguos de dichos procesos se encontrarían en el llamado Creciente Fértil, el espacio que se encuentra en la costa oriental del Mediterráneo, se extiende por los montes de Siria e Irak, y prosigue por los valles de los ríos Tigris y Éufrates hasta llegar al golfo Pérsico.

El Creciente Fértil

Los datos más aceptados en cuanto  al origen de la domesticación y de la agricultura se sitúan en fechas anteriores al 8.000 a.C. Lo que se sabe con certeza es que a partir del 6.000 a.C., la agricultura, cuya actividad permitía la presencia de trigo y cebada, y  la domesticación de ovejas, cabras y cerdos, estaban muy desarrolladas en las zonas occidentales de Irán (llegando incluso hasta la costa Mediterránea), Anatolia y el mar Egeo.

Los grupos humanos se vieron capacitados de asentarse más eficazmente en el medio. Además, les permitió reunir unos excedentes que, a su vez, se transformaban en tiempo para otras actividades no necesariamente relacionadas con la subsistencia del grupo como podrían  ser el arte o la religión. Estos cambios tan trascendentales para la humanidad fueron el resultado de un proceso muy lento que se calcula en cientos e incluso en miles de años. Las técnicas agrícolas se fueron perfeccionando cada vez más, hasta que llegó un momento en el que las actividades cinegéticas fueron perdiendo su esencialidad. A pesar de todo, la caza siempre quedó como actividad emblemática en el modo de vida de nuestros ancestros y como actividad complementaria a la dieta de nuestros antepasados.

Una de las grandes consecuencias de la aparición de la agricultura fue el desarrollo de un sistema capaz de abastecer de recursos a nuestros antepasados. Por otro lado, dicho ssitema permitió que la población creciera. La agricultura se expandió llegando al valle del Nilo antes del año 4.000 a.C. y al valle del Indo poco antes del 3.000 a.C. A lo largo del tercer milenio a.C. ya estaba establecida en el valle del Danubio, el Mediterráneo occidental, el sur de Rusia y China. Se introdujeron, a su vez, nuevas variantes técnicas dependiendo de los diversos climas y recursos. En China abundan las semillas de mijo y soja. A partir del año 1.500 a.C. la base de la agricultura en el Sudeste Asiático será el arroz; en cuanto a la domesticación vamos a encontrar, en esta última zona, la presencia del búfalo de agua. En las estepas del sur de Rusia y Asia Central, la agricultura no se desarrolló en gran medida y destacará, sobre todo, el pastoreo; es muy probable que en dichas zonas se comenzara a domesticar al caballo a partir del tercer milenio.

La vida de los grupos humanos mejoró si lo comparamos con el modelo de vida de los grupos de cazadores y recolectores. La disponibilidad de comida era más segura y regular; no obstante, como la población se ajustaba a los recursos disponibles, seguían manteniéndose en el límite de la subsistencia. Por ello cualquier desequilibrio relacionado con una catástrofe natural, podía mermar seriamente a los grupos. Por otro lado, con un mayor número de población las epidemias eran mucho más frecuentas. Es muy significativo decir que la esperanza de vida media no superaba los veinticinco años.

Prematuros hallazgos arqueológicos han dado a conocer la existencia de sociedades de estructura poco similar a la de las tribus agrícolas y a las que se puede identificar como ciudades. Una ciudad hallada en la península de Anatolia, concretamente en Catal Hüyük, de mediados del séptimo mileno, poseía viviendas con estructuras y tamaños muy similares, muy juntas las unas de las otras y realizadas con materiales de arcilla y ladrillo también con tamaños muy regulares, que podría implicar una división del trabajo muy sistematizada.

Catal Hüyük (reconstrucción)
Recreación fotográfica de la ciudad de Catal Hüyük (6.600-5.600 a.C.)

Se han encontrado numerosos restos de obsidiana que se extraía y se transportaba, hipotéticamente, de zonas volcánicas situadas a más de cien kilómetros de distancia, posiblemente desde el volcán Hasan.

Restos de obsidiana hallados en Catal Huyuk
Restos de obsidiana hallados en Catal Hüyük (6.600-5.600 a.C.)

Otro de los grandes hallazgos de este tipo antes de las primeras grandes civilizaciones conocidas por la historia, es el asentamiento neolítico de Jericó con evidencias de haber sido habitado con fechas en torno al 8.000 a.C. Dicho lugar contó con una muralla de piedra realizada en fechas anteriores al 7.000 a.C.

Ruinas de Tell es-Sultan, más conocida como Jericó.
Ruinas de Tell es-Sultán, más conocida como Jericó.

Con casi total seguridad que hubo muchas otras ciudades con cronologías anteriores a las de la aparición de las civilizaciones en torno a los grandes ríos de Egitpo y Mesopotamia. Se desconoce con exactitud los cometidos de estas protociudades y su linaje temporal que nos refleje una base de su fundación. Es muy factible la creencia de que sirvieran como focos industriales y comerciales de un conjunto de núcleos agrícolas más pequeños situados en sus alrededores que podría demostrar, a su vez, una complejidad económica y social que no se creía posible para épocas tan remotas.

La primera gran civilización conocida de la historia y su desarrollo económico.

Hacia el año 5.000 a.C., el territorio de la Baja Mesopotamia, zona situada entre los ríos Tigris y Éufrates y al norte del golfo Pérsico, tenía una densidad de población muy pobre debido a que las inundaciones de los ríos hacían que el trabajo con la prematura azada del Neolítico resultara muy complicado. Por otro lado, eran muy escasos los recursos minerales y, sobre todo, la ausencia de piedra para la construcción reflejaba una tierra muy poco conveniente para la instalación humana. A pesar de todo, aproximadamente mil años después, se asentará en dicho territorio la primera gran cultura estudiada por la historia: Sumer. Es en esta civilización donde vamos a encontrar grandes concentraciones humanas, ciudades, arquitectura de carácter monumental y un gran desarrollo en cuanto a aspectos religiosos, literarios y artísticos que van a influenciar a otras culturas. El soporte económica por excelencia de esta civilización va a ser la agricultura.

Las inundaciones anuales de los ríos Éufrates y Tigris permitían, a través de un complejo sistema de drenaje y de canales, mantener las tierras fértiles. Esto requería un gran número de mano de obra que era totalmente dependiente de una élite formada por sacerdotes y guerreros que gobernaban al conjunto de la población, fundamentalmente compuesta por agricultores y artesanos, aunque también por un gran número de esclavos.

El surgimiento de la civilización supuso un mayor desarrollo en cuanto a la división del trabajo y la economía se refiere. Los artesanos se van a distinguir por la elaboración de telas y cerámica. Como hemos mencionado antes, esta zona geográfica tenía pocos recursos minerales y, por lo tanto, se vio forzada a comerciar con culturas menos avanzadas que, a su vez, produjo una rápida expansión de las ideas y costumbres de la civilización sumeria. La gran escasez de piedra  provocó, probablemente, que se adoptaran otras medidas como la utilización del cobre y el bronce que también se importaban como la piedra, pero resultaban más económicos debido a que eran empleados para más actividades. Con ello, la metalurgia se convirtió en un elemento importante para la región de Sumer.

Uno de los episodios más trascendentales de este periodo fue la invención de la escritura. Su origen está totalmente relacionado con el económico y va a ser el elemento que más influencia aportará al resto de las civilizaciones.

Tablilla de piedra grabada con escritura pictográfica procedente de la ciudad mesopotámica de Kish (Irak), datada en el 3.500 a.C.
Tablilla de piedra grabada con escritura pictográfica que representa manos, pies, números, cabezas y trillos (3.500 a.C.)

Las primeras ciudades, como Uruk, Ur y Lagash, eran ciudades organizadas en torno a un templo, es decir, organizaciones económico-religiosas gobernadas por una jerarquía de tipo eclesiástica. Los componentes de esta jerarquía se encargaban de recaudar tributos y, para ello, necesitaban de un mecanismo que les permitiera elaborar registros, así surgió la escritura. Las primeras tablillas de arcilla con simples pictogramas se remontan a fechas anteriores al 3.000 a.C.

Las numerosas incursiones en busca de materias primas sirvieron de incentivo a las primitivas civilizaciones de Egipto, de Anatolia, del Mediterráneo oriental y del valle del Indo. Estas fueron progresivamente organizándose para intentar defenderse de dichas incursiones, y con el paso del tiempo llegaron a acuerdos comerciales entre ellas. De entre todas ellas, Egipto y el valle del Indo se identificaban con Mesopotamia en el sentido de que también eran fluviales, es decir, dependían del control de las inundaciones de los ríos para sobrevivir.

El conjunto de las tierras eran propiedad del templo y las gestionaban los sacerdotes. El concepto de propiedad privada moderno no tiene cabida en el mundo antiguo. Lo que encontramos es una forma de propiedad colectiva o estatal. Había parcelas de tierra que eran destinadas a un número concreto de guerreros, sacerdotes o personajes relacionados con el mundo de la administración. Por otro lado, sí que se reconocía la propiedad privada de utensilios, armas y objetos personales.

La expansión de las ciudades-estado provocó que estas entraran en contacto entre sí y comenzaran las disputas territoriales y económicas relacionadas, sobre todo, por los derechos de riego y, por supuesto, motivaciones de dominio y poder. Un ejemplo de este último caso lo podemos encontrar en la figura de Sargón el Grande (2270-2215 a.C.). No solo consiguió unificar a todas las ciudades-estado bajo una misma autoridad, sino que también anexionó el territorio actual de Irán, el norte de Mesopotamia y Siria. Es aquí donde debemos mencionar otra base económica fundamental de todos los imperios de la Antigüedad: el botín, los tributos y los impuestos que los conquistadores obtenían de los vencidos.

Terriotrio bajo el reinado de Sargón I el Grande
Extensión del imperio Acadio bajo el reinado de Sargón I de Acad

En términos generales, los imperios de la Antigüedad no realizaron avances técnicos importantes.  Prácticamente todos los componentes tecnológicos que se emplearon en las culturas antiguas (tejidos, cerámica, metalurgia, rueda, etc.) habían sido ya empleados en tiempos anteriores a la historia escrita. No obstante, aproximadamente entre los años 1.400 y 1.200 a.C. se produjo un gran avance porque se consiguió poner en práctica el proceso de fundición del hierro. Dicho proceso fue fundamental, sobre todo, en temas de carácter militar. Otras aportaciones relacionadas  con el mundo bélico fueron los carros de guerra y las naves de combate.

A pesar de todo, los éxitos económicos de las culturas de la Antigüedad fueron notables. Los movimientos que se llevaron a cabo con intenciones comerciales u hostiles expandieron los elementos técnicos y los recursos. Tal vez lo más significativo fue el lograr establecer una serie de leyes conforme se desarrollan las ciudades-estado que posibilitó un modelo de convivencia que, a su vez, fomentaría una organización social que incluía la división del trabajo y la especialización, así como un progresivo auge del comercio. Todo esto se podrá observar con mayor claridad en el mundo mediterráneo, principalmente, en el imperio Romano.

Bibliografía.

CAMERON, Rondo y NEAL, Larry. Historia económica mundial. Desde el Paleolítico hasta el presente. Madrid: Alianza Editorial, 2005, pp. 37-50.

GALBRAITH, J.K. Historia de la economía. Barcelona: Ariel, 1993.

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